No reconozco mis manos ni el aliento tras mis labios. Parte de mí quedó en el manantial de las Sonrisas.
Con llaves que abrían cofres sagrados y una hilera de estrellas en el hatillo prosigo mi camino, como únicas posesiones, en la siniestra.
El enjambre de nubes y su orquesta barrita el estruendo de mis ganas de tormenta. De lluvia de ascuas y cenizas, de partes de mí incineradas en Manikarnika.
Con llaves que abrían cofres sagrados y una hilera de estrellas en el hatillo prosigo mi camino, como únicas posesiones, en la siniestra.
El enjambre de nubes y su orquesta barrita el estruendo de mis ganas de tormenta. De lluvia de ascuas y cenizas, de partes de mí incineradas en Manikarnika.
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