Desconozco si le ocurre a más gente. A veces siento la necesidad de volver a ciertos lugares que tuvieron un significado para mí, y muy a pesar de que hayan cambiado, de que ya no sean aquellos lugares en los que yo me ensoñaba en mis pensamientos, de que el tiempo los haya convertido en otra cosa que ya no se corresponde con mi presente. Una extraña fuerza tira de mí hacia ellos y en su recuerdo me deleito, en la nostalgia de la infancia y de la felicidad pasada, que es perfectamente compatible con la presente. Desconozco, decía, si le ocurre a más gente pero, de ser así, para ellos es esta entrada. A ellos les corresponde volver a visitarme a mi caverna aunque haya cambiado y el silencio me haya amordazado tanto tiempo, y no haya vuelto yo a poner mi vista sobre tantos y tantos blogs en los que procastinaba durante horas. No ha sido en vano. Al principio, como ya insinué, me abandoné a la vida, pues la literatura ha de nutrirse siempre de la experiencia y no se debe contar nada que merezca la pena cuando no se tiene nada que contar. Pero, pasado este primer período, el gusanillo, las ganas de volver a las andadas, a crear, a divertirme con las letras, volvieron a mí como yo vuelvo sobre esos lugares de los que hablaba al principio. Así pues, hace unos meses decidí arriesgarme a la noble y muy difícil tarea de escribir lo que, quién sabe, quizás se convierta en mi primera novela. Y, como quiera que una nueva etapa requiere un nuevo espejo en que mirarse, he decidido crear un nuevo blog en el que estoy trabajando para presentaros lo antes posible. Este blog albergará, entre otras cosas, los primeros borradores, aún como documento vivo y cambiante, de esta nueva historia, titulada, provisionalmente, Los Paraísos Amnióticos. Sólo espero que si alguien se pasa por él y decide pararse a leer, capítulo a capítulo, esta nueva historia disfrute tanto en su lectura como yo estoy disfrutando escribiéndola. Sin más, prometo que, en cuanto ultime los detalles del nuevo blog, volveré por aquí para dejaros la nueva dirección.
Un abrazo.
ey muchas lunas sin leerte
ResponderEliminarme encantará ver ese proceso de parto de los paraísos amnióticos... y qué úteros hayan regurgitado y sostenido en la tinta
salud
te dejo un poema que recordé al leerte esa necesidad de volver, de Felix Grande
Donde fuiste feliz alguna vez
no debieras volver jamás: el tiempo
habrá hecho sus destrozos, levantando
su muro fronterizo
contra el que la ilusión chocará estupefacta.
El tiempo habrá labrado,
paciente, tu fracaso
mientras faltabas, mientras ibas
ingenuamente por el mundo
conservando como recuerdo
lo que era destrucción subterránea, ruina.
Si la felicidad te la dio una mujer
ahora habrá envejecido u olvidado
y sólo sentirás asombro
-el anticipo de las maldiciones.
Si una taberna fue, habrá cambiado
de dueño o de clientes
y tu rincón se habrá ocupado
con intrusos fantasmagóricos
que con su ajeneidad, te empujan a la calle, al vacío.
Si fue un barrio, hallarás
entre los cambios del urbano progreso
tu cadáver diseminado.
No debieras volver jamás a nada, a nadie,
pues toda historia interrumpida
tan sólo sobrevive
para vengarse en la ilusión, clavarle
su cuchillo desesperado,
morir asesinando.
Mas sabes que la dicha es como un criminal
que seduce a su victima
que la reclama con atroz dulzura
mientras esconde la mano homicida.
Sabes que volverás, que te hallas condenado
a regresar, humilde, donde fuiste feliz.
Sabes que volverás
porque la dicha consistió en marcarte
con la nostalgia, convertirte
la vida en cicatriz;
y si has de ser leal, girarás errabundo
alrededor del desastre entrañable
como girase un perro ante la tumba de su dueño… su dueño… su dueño…
¡Muchas gracias Mareva! Me encantó el poema, no lo conocía
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