miércoles, 15 de enero de 2025

Genealogía

Vengo

de una estirpe de labriegos

que cambió las ovejas, el molino

el trillo, la horca o la azada

por la rueca, el telar

el huso o la estambrera. 


Vengo también

del prestamista que olvidó

los pagarés en un armario

al albedrío de los roedores

y que arruinó a su familia,

liberando a tantas otras

del yugo de la usura.


Vengo

de los que hacían turnos dobles

en la fabril militar Rodríguez Yagüe

y recorrían después 9 km

en bicicleta o caminando

mientras la mujer hacía la casa

criaba hijos y araba el  campo.


Vengo 

de los que repitieron la hazaña en Mobylette,

del herrero reconvertido en albañil

y de los que tuvieron que firmar con una equis.

 

Vengo 

de los que abandonaron los estudios

y conocieron desde niños

la tortura etimológica

del origen teológico del trabajo.


Vengo

de una genealogía cercenada

que luchó a través de los siglos

para que yo pudiera renunciar

a tener hijos, apostatar de mi carrera

pararme, respirar, detener la rueda,

leer a Nietzsche o a Bob Black

y contaros por escrito y en detalle

toda mi historia.

jueves, 9 de enero de 2025

Mi ciudad, cuarenta años después

Como la última estrofa

del poema primero

de El rayo que no cesa,

el tiempo pasa rápido,

como un cuchillo

volando hiriendo

sobre nuestra vida.


Poco queda de la infancia

en un mundo que se gasta

en combustión desaforada.

 

Las calles convertidas

en museos abandonados,

fósil tributo a la memoria

y a la ciudad que eras

y ya no eres.


No puedes reconocerte

en los adoquines

ni en el asfalto que los soporta

ni en una anterior capa

de adoquines que, como estratos,

sostiene el peso de la historia.


Han desaparecido ya tus fábricas,

tus largas chimeneas

y los olores de mi infancia.

Todo es ruina y, con suerte,

monserga postmoderna.


Uno te camina con la sensación

de saberse extranjero, 

apátrida

de su propia casa.

Solo quedan las piedras,

los montes imperturbables,

aunque desnudos

de ilusiones níveas,

para recordar que al levantar la vista

todo como dijo Ajmátova—,

lo visible y lo invisible,

me sobrevivirá.

29 de agosto

Petricor

lo llaman,

neologismo

sacado de la manga

que, al menos,

tiene la virtud

de sonar bien

y, a finales

del tórrido verano,

 la de oler

de maravilla.

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