un dios maldito
que muestre un anuncio de neón
en medio del infierno.
Charles Bukowski
Llueve hoy como una limosna
sobre la tierra sedienta, reseca,
y sobre tu enlosado solitario
de ciudad venida a aldea.
Llueven también las bombas y otra guerra
parece haberse desatado ahí fuera.
Los magnates dejan caer las máscaras,
poniendo los pies sobre la mesa
de los despachos ministeriales
y encendiendo la mecha de una nueva
era oscura de sádico neofeudalismo.
Paro, miseria, inflación, nacionalismo
—central y periférico—, crece la xenofobia,
la cerrazón gobierna a la inteligencia,
la suspicacia a la otredad,
mientras seguimos mansamente nuestras compras,
indiferentes al dolor ajeno:
todo parece presagiar el fin del mundo.
Alzo la vista hacia tus chimeneas de ladrillo
huérfanas del humo
y coronadas de nidos de cigüeña
desde hace algunas décadas.
Es entonces cuando lo comprendo:
aquí el mundo acabó hace ya tiempo.
Y tampoco parece haber tenido
ninguna consecuencia.
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