Hay lugares que son mágicos, que nos aportan una tremenda sensación de paz y bienestar, como si al dominarlos nos fundiéramos con el cosmos, con el brahman. Al dominarlos o al dejar que nos dominen, no estoy seguro. Son lugares magnéticos; tiene tal atracción que pueden llegar a crear adicción, por lo que hay que dosificar sus visitas. Quizás porque al contemplar su paisaje, lo que realmente contemplamos es nuestra propia imagen reflejada, nuetro atman. Y como Narciso queremos volver una y otra vez al estanque de paz que es nuestro reflejo, el de nuestra alma. Probablemente, hace demasiado tiempo que no me miro en el reflejo que de mí mismo devuelven Las Cuevas, más de dos años... No temo por lo que pueda encontrarme, ni porque encuentre cortado el acceso, el físico y el espiritual; temo quizás que una cierta nostalgia a infancia olvidada, al recordar las amistades que nunca olvidé, me invada y sienta la necesidad de que una lágrima furtiva, al rodar por entre mis mejillas, haga doblar las campanas por mi niñez.
No hace mucho estuve allí, nada ha cambiado, solo el olvido se ha hecho fuerte en aquellos montes que un día decidimos dominar y proteger. Creo que cada uno de nosotros dejó olvidado allí un trocito de si, hay veces que nos duele su vacío y necesitamos saber como está.
ResponderEliminarJoder primo, no había visto tu comentario hasta hoy. Casi me haces llorar.....
ResponderEliminarArriba esos Exploradores! Cuanto tiempo...
ResponderEliminarJoder!!! Qué tiempos...
ResponderEliminar