-¿De dónde vienes?- preguntó el piano.
-De dar una vuelta por la tierra y pasearme por ella.-contestó el horador.
-No sabía que te deleitaras en los pasajes bíblicos. El guíglico te pega más.-bromeaba el piano.
-Hay muchas cosas de mí que no sabes.- dijo el horador con falso misterio en la sonrisa. Le estaba gustando el juego.- ¿Dónde está tu cortesía, por cierto?
-La cortesía para las cortesanas. Te veo distinto, viejo profesor. Tienes un halo alegre.
- Tal vez esté mejorando, por mí mismo, basando la felicidad en el yo. Si estoy bien conmigo, estoy bien con los demás y todo fluye ¿no es eso? ¿no es lo que siempre dices?
-Es lo que tienes que hacer. A ti te tendrás siempre, la gente va y viene, todo cambia, nada permanece. Basar la felicidad en el yo es bueno.
-Eso me está quedando clarísimo.
-Porque así conseguirás brillar. Y, al brillar, el mundo danzará contigo.
-¡Qué bonito! Me vas a quitar el puesto.
-Ayer te abronqué y te dije lo mismo. Pero en negativo. En positivo suena mejor, ¿verdad?
-Indudablemente.
-Y precisamente esa es otra lección. Siempre hay que translucir el lado positivo.
-Estás inspiradísima.
-Eres un hueso duro, pero no tanto como crees. Sé en quién pensabas cuando decidiste volver a la librería, sé de quién son esos ojos aunque tú hayas olvidado el contexto en que enmarcar su mirada.
-Me asusta que puedas conocerme mejor que yo mismo, a pesar de lo que dije antes. No importa que tengamos una cosmovisión distinta de la vida. El fin es el mismo, no importa el trazo, somos el mismo camino por andar, la misma meta difuminada, todos, da igual hombres o piano, en tu caso. No me dejas otra salida que darte la razón en demasiadas cosas.
-Lo supiste desde el principio.
Así habló el piano.
:)
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