La primera vez que el orador tuvo consciencia de su calidad, o deberíamos decir cualidad, de horadado fue a los pocos meses de desaparecer María Cobarde. Sí, tardó meses en extrañarla y comprender que ya no estaba, mas no hacía otra cosa que incubar la enfermedad de la que ya era portador, aunque no se manifestaran los síntomas, un mal incurable, que lo roía por dentro, una carcoma del alma que le privó de toda afirmación humana y lo dejó horadado hasta el athman. Sin palmaditas en la espalda, qué creía, sin otro ser humano en cuyo hombro apoyar su llanto metálico, sin pecho desnudo en que dormir la siesta, sin manos que acariciaran su pelo o su barba, sin brazos para sus abrazos, barriendo día tras día el aserrín de su aliento.
La cobardía es asunto de los hombres, no de los amantes. Los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan allí, ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador conjugar.- canturreaba Silvio en la vieja radio cada tarde, el muy traicionero. El orador, que ya se sabía horador, aguantaba los envites en la penumbra de sus tardes. Y hubiera sido fácil hacer girar la rueda que arrastraba, piñón-cremallera mediante, el dichoso dial de la emisora, pero el horador, como la polilla que algún día conocerá, gozaba muriendo lentamente, arremetiendo contra el bulbo del farol.
El tiempo todo lo cura. Salvo la muerte, apostillan los morbosos, y el amor del horador no iba a ser menos. Pero, claro, los morbosos tenían su parte de razón, la paulatina e inexorable pequeña muerte del horador, no tenía cura, seguía su runrún constante.
Nadie bebía de sus pestañas, ninguna mujer suspiraba coplillas de amor por su persona, si siquiera los semáforos le devolvían su guiño cómplice. Comenzó por ponerse metas pequeñas, que iba rebajando a medida que las intuía inalcanzables, escalón tras escalón hasta el sótano del subconsciente. Sus aspiraciones contrastaban con la realidad, que le volvía la espalda. Y horadado cual esponja, se dejó flotar en el mar apaciguado de su discurso, haciendo el muerto.
y el horador sigue sorprendiendo, manteniendo un ritmo que se mete sobre las cenizas y zapatos revueltos de este cuarto...
ResponderEliminargrande el silvio
salud y 1abrazo
El Silvio de los 70's no tiene igual, muy muy grande.
ResponderEliminarOtro abrazo para ti.
Vaya...ahora que había encontrado una solución para lo del retrato, coge y se hace el muerto... ;)
ResponderEliminarUn texto, una canción y una imagen. Propio o ajeno, pero que te identifiques con ello. Y no me hago responsable de lo que salga de la mezcla. Me lo mandas al mail y a ver que hago. Si el horador se va rebajando las metas, yo me las voy multiplicando.
Besos
Genial!!!!!!
ResponderEliminarQué difícil, pero el que algo quiere algo le cuesta. En cuanto los tenga elegidos te los paso.
Qué guay.
Besos