como un cuadro de evgeny lusphin
contemplas la ciudad desde el arcén,
hipnotizado
ante la belleza casi mitológica
de esa fiera montaraz, terrible.
la observas aovillarse
entre maternal y somnolienta
y casi hasta extrañas
su abrazo
de monóxido adormecido,
asfixiante,
la misma caricia de la muerte.
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