lunes, 28 de noviembre de 2011

sucedáneo

qué sucedáneo de invierno,


que ya no buscas mi abrigo


ni sueño las ganas,




que ya no exilia cigüeñas


ni mata a las moscas.

jueves, 24 de noviembre de 2011

jueves, 17 de noviembre de 2011

El orador horadado (Capítulo 1º)

Hoy, porque me da la gana, me apetece recordar aquel primer capítulo. Ahí os lo dejo:


El orador no tiene consuelo, ni público que beba de sus pestañas.
-Lo sabía, sabía que esto iba a sucederte.-se reprendía a veces.
-No importa, no hay prisa. Mañana será otro día.-solía ser su réplica.
-Tengo tanto que ofrecer.- se decía esta misma tarde, mientras repasaba mentalmente su discurso, sentado en el retrete.  La conjunción en espacio y tiempo de lo que estaba haciendo y su última aseveración le hizo esbozar una sonrisa.
Un discurso repetido sin cesar, tantas veces predicado en el desierto. El televisor, de igual manera, repetía lo mismo de siempre, desastre no sé donde, la cena, recalentada pero fría y la cabeza aturullada en el mismo punto de la perorata, como todos los días. Siempre el mismo punto, por más que lo ensayara, cada hora.
Un terrible horror vacui llenaba, a cada bocado, hasta el último rincón de la casa, lo envolvía todo, cada espacio hueco del lienzo minimalista que era su cubil. Un onanismo de tristezas y una tos postorgásmica  era lo que quedaba de la felicidad pasada. Una dicotomía, un cruce de caminos sin crucero en el que encomendarse al altísimo. Una tierra baldía, yerma de esperanza, a un lado, un cementerio, una cloaca, al otro. El horador nunca pronunció discurso alguno, comiendo a deshoras sus propias palabras, sílaba por sílaba. Ningún oído, ni refinado ni chabacano, escuchó jamás su prédica.
Su cama, encomendada a los súcubos que, por suerte o por desgracia, ninguna noche acudieron a perturbar su sueño, yacía plácida aunque fría. El horador sueña su mensaje, y tal vez, en el entresueño pasee por su memoria María Cobarde, de altanera a cabizbaja. Puede incluso que paseen juntos, tomados de la mano. Quizás los garabatos, los llantos y las risas infantiles de los hijos que no tuvieron, arrastren por sus ojos alguna lágrima onírica. Mañana despertará azorado, más triste, si cabe, de lo habitual. Pero no recordará el porqué. El superyó se encargó de enterrar bajo toneladas de arena aquel disfraz de padre feliz. No así su sensación, desvinculada, sí, pero remanente, indeleble a la luz de la mañana que camina ya, impertérrita, por el blanco de sus sábanas.
De nuevo el  nuevo día, otro más y no hay más, vuelta a empezar.


28/10/2010 a las 9:14

miércoles, 16 de noviembre de 2011

martes, 15 de noviembre de 2011

lunes, 14 de noviembre de 2011

14 de noviembre

tal vez volveré a mirarte
con los ojos pequeñitos
de mirar el cielo vasto

quizás en tus silencios
y en tus pasos
que son canela y cuervo blanco,
albino de las noches,
exégeta de tus antojos

quizás la maravilla,
 la dulce herida de los cuellos
que sangran el exilio

y tus sábanas, ay, tus sábanas

desde esta alcoba
desde esta cama


desde estas sábanas
cuarenta amantes
...

shhh, me dices con un dedo

llámame puta y rotúrame los labios
hazme surcos y trino de pájaros
hazme libertad y bisela mis cortinas


quiéreme hasta dentro
y olvida mis teoremas
perdóname la muerte
y olvida que hay mañana.

Sentencia nº 0

 

Ya no puedo mirarte a los ojos


por temor a encontrarme en la mirada.




reeditada by Sarai Mendoza

martes, 8 de noviembre de 2011

el perturbado

que sí, que sí,
que la vida es un caballo negro,
repetía el perturbado
o junkie
o lo que fuera

todos somos hijos del sol,

el mismo sol
que lleva tu mujer en los pendientes,
(y mi mujer llevaba lunas)

que la vida sigue y sigue

    y sigue
mientras compráis papel higiénico,
besáis los cuerpos
y os sangran las encías
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