lunes, 27 de abril de 2009

Corpicios



Por estas fechas, hace unos siete años, fue descubierto por los cuatro Profetas de Pi, únicos hablantes que quedan en el mundo de la atávica lengua Esperandula, un manuscrito con el gran poema Corpicios. Este poema, obra cumbre de la literatura escrita en dicha lengua por su musicalidad y sensualidad, es el que sigue a continuación. He de añadir que en el momento de su creación ninguno de los autores conocía el Guíglico, lengua inventada por Cortázar en su obra magna Rayuela, con la que guarda asombroso parecido. Sin más, os dejo, como homenaje a los cuatro "poetas desarraigados", el poema en cuestión.




Corpicios

Qué fiscondio ver como el limendongio


va perunando tu cortengio


haciéndome rofelar añucito,


tanto que me embolo al azuleo.



Qué fiscondio ver tu neronga


bajo la niluzonjia de la zonjia


de una xéndula pelúcida.



Qué fiscondio ver el ino de tu doringe


como el efímero inario de un bendúngalo


capaz de convertir el pucio en anapucio.



Que fiscondio quedarme contigo hasta el aspuciar


y a pesar del fusilangulo,


por todo esto, qué fiscondio estar añucito.

martes, 14 de abril de 2009

Dramatis personae


DIÓGENES DE SÍNOPE: Filósofo cínico, provocador, agitador de conciencias.

ZOROASTRO (el histórico): Profeta persa, oscuro y dualista.

ZARATHUSTRA (el nietzschiano): Maestro del vitalismo, del sentido de la tierra, de la voluntad de poder, del eterno retorno y predicador del superhombre.

VALLE-INCLÁN: Deformador de realidades, bohemio y pendenciero. Esperpéntico.

GOYA: Deformador de realidades. Inventor del esperpento.

OLIVEIRA Y LA MAGA: Pareja de enamorados con infeliz final.

RICK E ILSA: Pareja de enamorados con infeliz final.


SIDDHARTA Y VASUDEVA: Barqueros.

MI MAGA: Coprotagonista. Dionisíaca, vitalista y de fuerte carácter. Compañera de viaje y amante.

ALBERTO: Coprotagonista. Tipo de largos cabellos. Observa con excesiva indiferencia al resto del elenco, pasando semiinadvertido, pseudoespectador, pero del lado de la escena. Nace, crece, envejece y muere, sin apenas causar impacto en el público. Nadie le recordará una vez termine la tragicomedia en tres actos.

viernes, 3 de abril de 2009

El Maestro de Sínope


Bueno, como últimamente estoy muy liado y apenas actualizo, os dejo unas cuantas anécdotas clásicas que la tradición (a través de Diógenes Laercio)amalgama en la figura de otro Diógenes, el maestro cínico, el Perro de Sínope. Aquí van:

Hay que tener cordura para vivir o cuerda para ahorcarse.

Viendo en cierta ocasión cómo los sacerdotes custodios del templo conducían a uno que había robado una vasija perteneciente al tesoro del templo, comentó: “Los ladrones grandes llevan preso al pequeño.”

Cierta vez que nadie prestaba atención a una grave disertación suya, se puso a hacer trinos. Como la gente se arremolinara en torno a él, les reprochó el que se precipitaran a oír sandeces y, en cambio, tardaran tanto en acudir cuando el tema era serio.

Capturado y puesto a la venta como esclavo, se le preguntó qué sabía hacer: “Mandar”, contestó; y al subastador le dijo: “Pregona si alguien desea adquirir un amo.” Luego señaló a cierto corintio vestido de rica púrpura, llamado Jeníades, y dijo: “Véndeme a ese, necesita un amo.”

A Jeníades, que lo había comprado, le aseguró que debía obedecerle, aunque fuera su esclavo, del mismo modo que obedecería a un médico o a un piloto, si estos fueran también esclavos.

A quienes le aconsejaban: “Eres ya viejo: de ahora en adelante, descansa», les contestó: “Si participara en una larga carrera, al aproximarme a la meta, ¿debería por ventura aflojar el paso? ¿no es entonces, más bien, momento de forzar la marcha?”

Siendo invitado a una comida, manifestó que no pensaba ir, pues la última vez que había ido su anfitrión no le había sabido mostrar el agradecimiento suficiente.

Observando cierta vez a un niño que bebía con las manos, arrojó al suelo el cuenco que llevaba en la alforja, diciendo: “Un niño me superó en sencillez.”

Cierto día observó a una mujer postrada ante los dioses en actitud ridícula y, queriendo liberarla de su superstición, se le acercó y le dijo: “¿No temes, buena mujer, que el dios esté detrás de ti (pues todo está lleno de su presencia) y tu postura resulte entonces irreverente?”

También decía oponer a la fortuna, el valor; a la ley, la naturaleza; a la pasión, la razón.

Le encarecieron los atenienses que se iniciara en los Misterios, asegurándole que los iniciados disfrutaban en el Hades de una posición privilegiada. “Tendría gracia –replicó Diógenes- que Agesilao y Epaminondas moraran en el lodo, mientras que algunos malvados, por el hecho de ser iniciados, habitaran en l a Isla de los Bienaventurados.”

Platón había definido al hombre como animal bípedo implume, y su definición obtuvo gran fama. Diógenes desplumó un gallo y lo introdujo en la escuela, diciendo: “Este es el hombre de Platón.”

En pleno día, iba con su candil encendido, diciendo: “Busco un hombre.”

En un banquete algunos le echaron huesos como si fuera un perro: Diógenes, comportándose como un perro, orinó allí mismo.

Recordándole alguien que los de Sínope le habían condenado al destierro, Diógenes le replicó: " Y yo a ellos a quedarse."

Estaba en una ocasión pidiendo limosna a una estatua. Preguntándole por qué lo hacía, contestó: "Me ejercito en fracasar."

Se le preguntó si disponía de criado o criada y respondió que no. "¿Quién pues te enterrará cuando mueras?", inquirieron. "Quienquiera que necesite la casa", replicó.

Oyendo una vez a dos abogados discutir, los condenó a ambos, señalando que el uno había, sin duda, robado, pero al otro no se le había sustraído nada que fuera suyo.

Interrogado acerca de qué vino bebía con más agrado, repuso: "El de los demás."

A quien le dijo: "Muchos se ríen de ti", le replicó: "Pero yo me tomo en serio."

Preguntándole uno de dónde era, respondió: "Ciudadano del mundo." (Acuñó la palabra cosmopolita). La verdadera ciudad es el universo.

A uno que le reprochó: "Te dedicas a la filosofía y nada sabes", le respondió: "Aspiro al saber, y eso es justamente la filosofía."

Un padre le trajo a su hijo, presentándolo como un muchacho muy bien dotado y de excelente carácter. "¿Para qué me necesita entonces?", quiso saber Diógenes.

Como alguien se lamentara de que sus amigos conspiraran contra él, reflexionó: "¿Qué vamos a hacer, pues, si hemos de tratar por igual a amigos y a enemigos?"

Su modo de vida era el mismo –decía- que el de Hércules, anteponiendo a toda otra cosa la libertad.
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