lunes, 28 de diciembre de 2009

Obscuridad


Sanabria se despierta envuelta en nieve y la lluvia va, poco a poco, lamiendo sus gélidos cristales estrellados. El año declina, un melancólico óbito lo asfixia y aquí estoy de nuevo, solo, sintiendo esa estúpida sensación de lejanía. Las botas caminaron ya el camino que debían, sus suelas gastadas no sirven para estas calles empapadas. Dos ángeles custodios sobre la cómoda recuerdan que es navidad, a pesar de la soledad terrible que abrasa las yemas de mis dedos. ¿Quién mató a Zarathustra? Ese espíritu terrible, lleno de vida, sí, pero también de muerte, rebosando odio, colmado de rabia, ese espíritu que subyacía en mis epitelios. Una quemadura de tercer grado los ha degradado, eliminando las terminaciones nerviosas que conectaban con Él. Un terrible fuego sordo que corre al anochecer por las calles de mi memoria, me ha abrasado por completo, me ha ardido a pesar de la lluvia interminable de este invierno incipiente, en ciernes. Tu desnudez es lo único que puede salvarme, tu presencia a mi lado, mil y una noches, abrazada como la hiedra alrededor del árbol de la vida, sirviéndose el uno del otro, y encaminándose juntos hacia la muerte. Soy un niño que tiene miedo a la oscuridad, tiéndeme tu mano, no me dejes solo…

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